La postura de siete puntos y otras hierbas

El Dalai Lama durante una sesión de meditación en su residencia de Dharamsala (India).

¿Qué os parece si damos un repaso a uno de los aspectos fundamentales de la práctica meditativa?

El cojín:
Es muy importante disponer de un cojín que uses para meditación, exclusivamente. Aunque lo compartas con alguien más, pero que sea sólo para eso. Debe ser un cojín cómodo, pero bien grueso y firme para que no pierda mucha altura cuando te sientes sobre él y mantenga la máxima altura posible con el paso del tiempo. Piensa que es un cojín que usarás todos los días durante años y años. Es posible encontrar muy buenos cojines en centros budistas, tiendas especializadas en yoga, etc. y siempre es mejor acudir personalmente, porque así podrás sentarte y probarlo.
¿Puedes usar otros cojines sin tener que ir expresamente a comprar uno? Siempre que cumpla esos requisitos de ser bien grueso -yo diría que unos 10 o 12 centímetros como mínimo- y compacto, claro que sí. Pero recuerda: Grueso y firme no significa grande. De hecho, si un cojín es muy grande, o no tendrá suficiente firmeza o la perderá pronto, por no hablar de cuando lo traigas a los talleres y tengas que llevarlo por la calle.

Sentarse correctamente:
Haz memoria: Seguro que alguna vez te has sentado en algún sitio tan estrecho que lo único que podías apoyar eran los dos huesos del culo, ¿verdad? El borde de un escaparate, una piedra del campo… Esos dos huesos no son otra cosa que la parte baja de la pelvis y se llaman isquiones. Si tenemos un cojín especial para meditar, es porque nos debemos sentar de forma especial: Mientras que en una silla, en el suelo, etc. apoyamos tanto las nalgas como el perineo (o suelo pélvico, es decir el espacio que hay entre el ano y los genitales) en nuestro cojín debemos colocar los isquiones cerca del borde, dejando el suelo pélvico en suspenso. Es decir: Si nos vemos de perfil en un espejo, veremos que buena parte del cojín sobresale por detrás.
¿Por qué sentarse en el borde? Es una cuestión meramente ergonómica: Como los isquiones están en la parte trasera del cuerpo, apoyándonos en ellos sobre un cojín elevado, el propio peso de nuestros órganos internos hará que la pelvis se vuelque hacia delante y la espalda se mantenga recta. Si nuestro cojín es demasiado blando, comprobaremos que no podemos hacer esto. Por eso es imprescindible que al sentarnos, el trasero quede como mínimo varios centímetros por encima del nivel de los pies.
Alternativa: En tiendas especializadas es posible encontrar cojines de meditación que ya tienen inclinación, para facilitar que la pelvis pivote hacia delante.

La ropa:
Lleva ropa cómoda pero que no sea ajustada. Por un lado, por más cómodo que parezca para tu vida cotidiana, unos vaqueros no son lo más apropiado para pasarse tres horas en la postura del loto. Por otro lado, se desaconseja la ropa ajustada o elástica porque aunque la presión que ejerce sobre la piel pueda ser ligera, influye en el movimiento natural de las energías sutiles que recorren nuestro cuerpo, lo cual puede afectar negativamente a la meditación.
Un consejo:  Si alguna vez haces meditación en público, visitas un monasterio, un centro budista, etc. intenta vestir de forma discreta, evitando pantalón corto, escote demasiado pronunciado, etc.

Quietud:
Hay tradiciones en las que uno no debe moverse en absoluto durante sesiones de meditación muy largas. La costumbre tibetana es más flexible. Ya que debemos estar atentos a la actividad de nuestra mente pero también serenos de forma general, eso incluye nuestro propio cuerpo. Del mismo modo en que una y otra vez reconocemos las distracciones y volvemos a traer nuestro foco al objeto de concentración, de cuando en cuando es comprensible inclinarse ligeramente, con suavidad y en silencio, para acomodarse mejor en el cojín, para volver a erguirse cuando vemos que la espalda se relaja demasiado, tragar saliva en un momento dado, etc. Eso sí, estos movimientos deberían limitarse a cuando son realmente necesarios. Si aparece un picor, una mosca nos acaricia la mano, o percibimos una pequeña incomodidad de la ropa, por ejemplo, deberíamos ver estas cosas como simples distracciones pasajeras, dejarlas estar sin darles importancia y volver al objeto de concentración.

Postura del loto

Los siete puntos de la postura de Vairochana:

  1. Piernas
    A no ser que verdaderamente no seas capaz (constitución gruesa, falta de elasticidad, vejez…) deberías hacer lo posible por adoptar la postura del loto. Puedes verla en la foto de arriba: Empezando por sentarte con las piernas estiradas y separadas, y volcando los pies hacia fuera para ayudar a las caderas, acerca un talón a la ingle contraria y ayúdate con las manos para subir el pie y que descanse sobre ese muslo. A continuación, acerca la otra pierna y colócala también sobre su muslo contrario. Si en este punto puedes mantener la espalda bien erguida sin esfuerzo, estupendo. Si no, es posible que tu cojín no sea lo suficientemente alto.
    Es normal que haya tensión en las rodillas, en los tobillos, etc. pero sé responsable: Una cosa es sentir cierta tensión o incomodidad, y otra es provocarse una lesión. Puedes aprovechar los momentos informales de los talleres para hacer algún estiramiento sencillo. Una buena idea es hacer el «avión»: Sentado en el suelo, retira el cojín, junta las plantas de los pies, acércalos lo máximo posible a la entrepierna y sujétalos con las manos, de forma que las rodillas están bien separadadas una de otra. Ahora, da botecitos con las rodillas, de forma relajada. Este simple juego mejorará mucho la elasticidad de piernas, caderas, pelvis… Si quieres estirar de forma un poco más intensiva, desde esa misma postura, sujetando los pies con las manos, inclínate hacia adelante de forma que puedas empujar las piernas con los codos. Haz varias repeticiones de unos pocos segundos y tu elasticidad debería mejorar considerablemente.

    ¿Por qué es importante hacerla desde el principio?
    Muchas veces se da el caso de personas que prefieren centrarse en el aspecto interior de la meditación, observar la mente, ganar concentración… pensando que eso es lo que realmente cuenta cuando uno hace meditación. Puede que sea lo más importante, pero no significa que sea lo único: Ser conscientes del propio cuerpo, el entorno, etc. también cuenta. Cuando estas personas tienen cierta experiencia, deciden mejorar su postura y se dan cuenta de que se sienten tan incómodos con la tensión, el hormigueo, etc. que pierden la concentración mental que ya habían conseguido. Por eso, acostúmbrate a sentarte en tu postura de meditación desde el minuto uno, incluso cuando acabamos una sesión en los talleres para seguir hablando, tomando apuntes, etc. Asi poco a poco, cada vez te será más natural.

    Alternativas
    Si verdaderamente no te es posible hacer la postura del loto, puedes hacer el medio loto, que consiste en subir sólo un pie sobre el muslo contrario, dejanto la otra pierna descansando debajo, sobre el suelo. Si estás seguro de que no te estás poniendo excusas a tí mismo y honestamente reconoces que es imposible hacer el medio loto, entonces puedes sentarte al estilo birmano -medio loto pero sin llegar a subir ningún pie, simplemente dejando las piernas en el suelo, una delante de otra, o bien a la manera tradicional, cruzando las piernas. Es posible que veas muchos monjes tibetanos sentados así -el Dalai Lama en la foto de arriba, sin ir más lejos- por mera costumbre porque pueden pasarse muchas horas al día meditando, estudiando, recitando, debatiendo…
    Si una persona es demasiado anciana, está muy enferma, tienes un problema que literalmente te impide sentarte en el suelo, etc. entonces es posible hacer meditación en una silla corriente, asegurándote de que tenga la altura adecuada para que haya un ángulo de 90 grados, tanto entre cuerpo y piernas, como en las rodillas. En este caso, los pies deben estar bien plantados en el suelo (no cruzados, estirados ni descansando hacia atrás), la silla no debería tener brazos y debemos prestar mucha atención a no usar el respaldo, para seguir manteniendo la espalda recta y no relajarnos demasiado. El respaldo sólo debería usarse en casos excepcionales (gente muy anciana, etc). Por cierto, es un buen detalle ayudar a estas personas poniendo un cojín o una manta en el suelo para que pongan los pies, sobre todo cuando puede hacer frío.

  2. La espalda
    Como ya hemos visto, es imprescindible que la espalda esté erguida. No hace falta exagerar, como si nos tiraran de la cabeza hacia el techo; basta con mantenerla en su postura natural y comprobar cada cierto tiempo que no la estamos arqueando.
    La rectitud de la espalda está relacionada directamente con el funcionamiento de los principales lung («vientos» en tibetano) o energías sutiles que suben y bajan por ella y que a su vez están vinculadas a la actividad mental.
  3. Los hombros
    Los hombros deben acompañar a la postura de la espalda, manteniéndolos relajados pero separados, amplios… No es necesario estirarse como una bailarina de ballet ni sacar pecho. Un buen consejo, una vez estás sentado con la espalda recta, es subir los hombros, llevarlos hacia atrás y bajarlos con suavidad, dejándolos reposar ahí.
  4. Las manos y los brazos
    Los brazos no deberían estar pegados al cuerpo, sino acompañar a esa amplitud de los hombros y rectitud de la espalda. De nuevo: No hace falta estirarse como una bailarina de ballet. Limítate a tener los codos separados de los costados.
    Aunque en otras tradiciones hay variaciones, la costumbre tibetana es hacer el mudra de la concentración, que consiste en descansar la mano derecha sobre la izquierda, con las palmas hacia arriba, y uniendo los pulgares en forma de tejado o triángulo. Todo ello lo dejamos reposar relajadamente sobre el regazo, junto al cuerpo, teóricamente a unos centímetros por debajo del ombligo.
    Otra posibilidad es limitarse a dejar las manos descansando en el regazo sin hacer ningún mudra en particular, o colocando las manos boca abajo sobre los muslos, cerca de las rodillas, aunque personalmente prefiero recomendar que los principiantes mantengan el mudra, en parte porque la postura de los pulgares ayuda mucho a mantener la concentración: La presión entre ambos dedos debería ser la suficiente para mantener un papel sin que se caiga. Si los pulgares se inclinan hacia adelante, es que tu mente está demasiado relajada. Si los aprietas demasiado uno contra el otro, es que tu mente está demasiado agitada.
    ¿Se pueden hacer otros mudras? Desde luego, pero no soy demasiado partidario de ellos si uno realmente no tiene una experiencia establecida y sabe con precisión qué está haciendo y para qué. Hay mucha gente que pone las manos en los muslos con las palmas hacia arriba, o bien uniendo el pulgar con el índice, sin saber realmente por qué motivo, qué función tiene, etc. simplemente porque lo ha visto muchas veces en otra gente y es algo «típico». Este enfoque no es apropiado y recomiendo el mudra de meditación (que por algo se llama así).
  5. La cabeza
    Debe permanecer ligeramente inclinada hacia adelante, pero no se trata de agacharla como si quisiéramos mirarnos el ombligo, sino de retraer la barbilla ligeramente y de forma natural, de forma que no incomode a la garganta.
  6. Los ojos
    Tanto los ojos como los párpados permanecen relajados. En los textos tradicionales se indica que la mirada debe seguir la línea de la nariz. Esto no significa que debamos fijarnos en la nariz ni mirar hacia un punto preciso, sino que la mirada debe estar dirigida en esa dirección, sin mirar nada en particular. Esto suele estar a un metro o metro y medio de nuestros pies.
    En realidad mantener los ojos abiertos, cerrados, entreabiertos… depende de comprender los pros y contras de cada posibilidad: Siempre recomiendo que, al menos en principio, los principiantes tengan los ojos cerrados, pero esto también favorece la laxitud mental y aparezcan recuerdos, distracciones, la mente se distraiga vagando por ahí… Por otro lado, mantener los ojos abiertos, aunque está relacionado con ciertas prácticas budistas avanzadas, puede hacer que los meditadores que no tengan mucha experiencia generen una sobreexcitación, distrayéndose con suposiciones, preguntándose cosas, acordándose de lo que tienen que hacer después, fijándose en cualquier cambio de luz, una sombra, una mosca que pasa, la ropa del compañero que tiene delante, preguntándose cómo lo estará haciendo el compañero que ve con el rabillo del ojo a su lado, etc.
    En resumen:  Mantén siempre la mirada baja y descubre por tí mismo si tener los ojos abiertos, cerrados o dejando entrar un hilo de luz hace que te distraigas más o  menos.
  7. La lengua
    Es posible que la posición de la lengua sea la que ya haces siempre de forma natural: Relajada y tocando ligeramente los dientes de arriba con la punta. Idealmente, la mandíbula debe estar relajada como cuando tienes la boca cerrada, pero sin llegar a cerrar los labios. Esto es opcional. Hay quien dice que la postura de la lengua sobre el paladar sirve para no segregar tanta saliva o para asegurarnos de respirar sólo por la nariz, pero esto es algo que deberías descubrir según tu propia experiencia.

¿Ya? ¿Todos listos? ¡Pues al lío!