Es muy fácil ser amable y considerado por los demás. No hace falta que sea nuestra hermanita pequeña, ni alguien de nuestra familia, ni un buen amigo: Si somos amables aunque sea con una persona, sea cual sea, esa persona tendrá razones para sonreír, o por lo menos se dará cuenta poco a poco de que no tiene sentido responder a tu amabilidad refunfuñando y criticando. ¿Quién podría quejarse porque alguien esté siendo amable y considerado con él o ella?
Y si no sabes cómo ayudar o no está en tu mano hacerlo, tal vez otra vez será, o con otra persona, o puede que con algún animalito que tenga problemas. Y si lo que esa persona necesita en ese momento es que la dejes en paz, pues déjala en paz y no te ofendas por ello: Si te molestas, pensando que esa persona es una desagradecida o que no aprecia tu compañía, entonces no has entendido en qué consiste, porque no se trata de que tú quieras ayudar, sino de lo que quieren los demás. Y los demás, exactamente igual que tú, lo único que quieren es ser felices y no pasarlo mal.
No tienes que ir tomando nota en un diario sobre la buena obra que hagas cada día. Una buena obra al día es tan sólo eso: Una. Una sola. Que todos tus días, todos tus momentos, sean una buena obra para el máximo de seres. El simple hecho de ser amable, de no criticar mentalmente a la gente, de tener en consideración que tu jefe, tu hijo, tu novio o tu perro se comportan así porque tienen sus razones y sólo pretenden hacer lo que creen que les aportará más felicidad como buenamente saben y pueden, de intentar observar cómo pensamos, hablamos y nos comportamos tanto en privado como en nuestras relaciones con todos ellos, es algo que automáticamente podrá beneficiarles. A todos los que esa paciencia, ese calor humano, ese amor y esa compasión pueda salpicar.
Y cada uno de ellos, cuando sigan su camino, estarán poco a poco, uno a uno, aunque sea un poquito más contentos, más relajados, menos ansiosos, menos quejicas, menos criticones, más pacientes. Ninguno de ellos podrá acordarse de tí como el egoísta que se ha hecho el distraído para no cederles tu asiento en el tren, ni como la desconsiderada que no te ha ayudado a recoger las cosas que se te han caído en plena lluvia, ni como ese cliente que jamás deja ni un céntimo de propina, ni como esa vecina que parece que está esperando a meterme en la cama para empezar a hacer ruido, ni ese cuñado que siempre tiene que tener la razón en todo… Y no podrán tener ese recuerdo de tí porque no habrás sido ninguna de esas personas indeseables. Porque cuando se han cruzado contigo, has sido quien le ha sujetado la puerta del ascensor. Has sido quien le has dado ejemplo a sus hijos esperando que el semáforo se pusiera verde para cruzar. Has sido el primero que les ha dicho buenos días por la mañana y el último que les ha dicho buenas noches por la noche. Has sido quien ha tenido cuidado al madrugar sabiendo que los demás todavía duermen. Quien no ha contado un chiste racista o machista. Quien ha encontrado tu dinero en el suelo y lo ha llevado a la comisaría para que pudieras recuperarlo. Quien te avisó que llevabas la mochila abierta.
Con altruismo, desinterés, consideración, cariño, respeto, paciencia, amor y compasión por los demás, que viene a ser lo mismo que quitarnos de la cabeza la idea de que somos el Señor Yo Primero o la Señorita Doña Importante, en alguien, en quien sea, dejaremos una huella que será motivo para que ese alguien, quien sea, deje esa misma huella en otros. Al no haberles dado motivos para refunfuñar, criticar ni desesperar, estarán más contentos en sus relaciones con los demás, consiguiendo que aunque sea poquito a poquito, dejen de encontrar razones para segur refunfuñando, criticando y desesperando. Habrá quien diga que nunca es tarde para tener un buen corazón, pero sí, sí se hace tarde, porque a cada momento que pasa nuestra mente confundida y engañosa se empeña en buscar y encontrar motivos para molestarse, para aburrirse, para dudar, para temer, para cotillear, para exigir, para reclamar, para imponer, para decepcionar, para alegrarse únicamente por el bien propio. Por supuesto que sí se hace tarde.
Y meditando sobre esto, puede que no aprendamos que las cosas más valiosas de la vida no cuestan dinero ni tienen nada que ver con satisfacer nuestro ego o nuestros intereses, porque quien más y quien menos eso ya lo sabe todo el mundo, pero descubriremos que la razón de que sea algo tan valioso es justamente lo que nunca se nos ocurre: Ponerlo en práctica.
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